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Por fin he dejado mi ropa en la lavandería y me dispongo a escribir. Llevo semanas de dejar la escuela, el trabajo y toda obligación que implique compromiso.
Traigo algo cargando en el corazón y el estómago, no dudo que se trate de añoranza. Sin embargo, encontré un muchacho, su nombre es Óscar. Me ha contado de sus amigos, de sintaxis y películas, lo quiero. He buscado un lugar tranquilo para pensar, así que me refugio en mi terraza. Escucho llorar a las vecinas. No puedo dejar de escribir en oraciones desarticuladas.

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